Pensando en Guayaquil...


Tenía unas ganas inmensas de ir a ver a Guayaquil, de pensar lejos de casa, de añorarla y de añorar lo cotidiano para pensarlo con calma, para pensarme mejor, la distancia como el sueño siempre ha sido, en mi caso, una necesidad para ver mejor las cosas o en todo caso mis cosas.

En el caso de Guayaquil el clima cálido, demasiado para mí después de un Quito tan frio, la forma de hablar y de relacionarse, los esquemas de comunicación, el comercio, la cercanía, el paisaje y claro la familia y los amigos hacen recordar y entender el sentimiento de nostalgia que aunque no reconocido o visto subyace a cualquier distancia.

Leí mucho, comí comida casera, fui a ver a los amigos de siempre y a los conocidos de ahora, departí frente a la ría y camine junto a las Peñas, fui a la Taberna a ver a Manuel, a conversar con Andrea, a recordar a las personas que se encuentran en las mil fotos en las paredes y a comer el consabido plato de patacones (bien hechos) con queso y una cerveza helada que hace recordar la ciudad.  Recordé que la ironía siempre ha sido una forma de relacionarse en mi familia, y todo lo que me ha servido para aprender a reírme de mi misma y ser menos fatalista, no creo  haberlo logrado por completo, pero siempre he pensado que de otro modo sería francamente insufrible.

Pero claro no todo fue idílico, es real aquello de que la seguridad es una extranjera en la ciudad y de que el miedo hace que los vecinos no escuchen ni los robos ni los gritos, las noticias son menos alentadoras siempre y el miedo más patente. En contraposición con esta idea nada pacificadora de mi distancia de mi casa paterna, me di cuenta de que el comercio que cerca ahora la casa de mis padres ha dejado de ser comercio para ser un lugar de vecindad, donde se avisan sobre la llegada de gente ajena y donde los niños de todos comparten frente a las casas o locales, invitando a los padres a interactuar y a ser lo que somos seres sociales.

Sin duda eso no frenará por completo la inseguridad, pero siempre es más complicado cuando todos se conocen, cuando la gente ocupa el espacio público fuera de su casa y no olvida interesarse en el otro, creo que aparte de una opción segura, edificante y constructiva de ejercer ciudadanía, nos da pautas de ser un eje desde el que abordamos los problemas sociales, no sé si en un edificio en el que rara vez veo a los vecinos logre un ejercicio así o si finalmente me deje llevar por la idea de tener una casa y compartir más con el entorno. Lo que sí sé  es que el dejar de pensar solo en el yo, aparte de alejarnos males psicológicos, mentales y emocionales nos hace más y mejores personas.

Por último regrese a casa, a mis deberes, y frente a la TV vi una película de Michael Moore sobre la sociedad norteamericana, la crisis financieras y el sueño americano inexistente y después de todo un fin de semana de aprendizajes y reflexiones, él dijo una frase que aún me resuena y que comparto en primera persona.

No estoy dispuesta a vivir en un país que no lucha contra la corrupción, que no piensa en sus ciudadanos y en la cual los ciudadanos no son sociedad sino solo individuos aislados en los que la violencia al vecino es solo un hecho que contar, pero sobretodo no estoy dispuesta a mudarme sino a hacer algo por ello.

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